Aunque el gobierno de Raúl Castro liberalizó la venta de teléfonos celulares móviles, el problema de la confianza del pueblo aún queda por resolver. La respuesta colectiva a las nuevas medidas ha sido la desconfianza. La gente comenta que para acceder a la TV satelital sin trabas o a Internet, tendrán que esperar otros 35 años o la muerte del actual presidente Raúl Castro.
Los únicos verdaderamente entusiasmados con los cambios emprendidos por el gobierno son el grupo residente y complaciente de corresponsales acreditados de la prensa extranjera y algunos intelectuales al servicio del régimen. El pueblo evalúa con recelo y no se equivoca.
Para citar un ejemplo, fijemos la atención en la cacareada mejora del transporte en La Habana. Como todo lo emprendido por el régimen, comenzó bien.
Los nuevos ómnibus articulados, dotados de un itinerario racional y bien concebido, consiguieron tiempos de 10 y 12 minutos entre cada uno. El problema estuvo aparentemente resuelto. Pero el pueblo desconfiaba.
En la actualidad el idilio con el transporte está por concluir. Los ómnibus articulados demoran entre 20 y 25 minutos, los más optimistas opinan que se deteriorará del todo dentro de pocos meses.
El gran obstáculo con que ha tropezado y tropezará el gobierno es la continuidad y el mantenimiento de todo cuanto emprende. Son maestros del deterioro. Los chapuceros políticos y económicos por antonomasia. Lo único que han logrado hacer con calidad es matar. No conozco casos de fusilados sobrevivientes.
Nada de lo hecho en los últimos casi 50 años ha pasado la prueba del tiempo, con excepción de los amarres totalitarios y represivos. Es un gobierno de policías; esa es la única función que conocen a cabalidad.
La telefonía móvil será disfrutada por menos del 1% de la población. Lo mismo sucede con la apertura de los hoteles turísticos y la inmensa mayoría de las nuevas medidas.
Los teléfonos móviles marca Nokia y Motorola esperan compartir el espacio nacional con Google y Yahoo. También se espera la liberalización de Direct TV y el fin de la onerosa tarjeta blanca o permiso de salida del país.
Pero esas no son exactamente las perspectivas del gobierno. Aún se observa como subversión el ejercicio del derecho a participar en la vida política del país. Se aferran al poder y para ello se valen de múltiples complicidades en Cuba y en el exterior.
La voz popular es sabia, habrá que esperar otros 35 años para acceder a Internet y a la televisión libre del mundo. Quizás para ese entonces, luego de algunos cambios de sexo, la princesa Mariela, en ese momento una venerable anciana, permita a Cuba vivir al compás del mundo moderno.
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